El Trotamundos. Cap 3

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Nota: El trotamundos es un personaje de ficción desde el que el equipo de comunicación relatará el proceso de organización de la XVLI Feria del Libro de Alicante. Nada de lo que aquí se cuente debe tomarse en serio, puesto que está escrito con el único fin de divertir a los lectores.

Día 3

¡Lúcido de mí, en qué momento me allegué a esta endiablada plaza! No es sueño sino vigilia lo que asedia hoy mi sosiego. Y pues ni yo le doy crédito, no creerán oídos foráneos, si alguna vez llegara a ellos esta historia, lo que vengo a contar.

Hoy amaneció el día templado, un día en apariencia apacible, frío en el aire, cálido en las almas de los alicantinos; uno de esos días tan alejado de los del Polo, mi nueva patria y frontera, mi esperado reposo. A primera hora, como acostumbro cuando los posibles permiten la costumbre, me dirigí a romper el ayuno de la noche. Estaba yo ya en posición del primer bocado, la apertura de mi boca entre la sonrisa y el hambre, cuando escuché ciertos ruidos que hasta entonces nunca había sentido en tal lugar y a tan tempranas horas.

Fue poca la importancia que en un primera momento atribuí al hecho, ya fuera por las ganas que albergaba del mencionado bocado, o por el atolondramiento que invade al Hombre en la transición que hace el alma de la esfera de Morfeo a la del mundanal padecer. Mas no pude evitar que creciera mi interés cuando se repitieron los ruidos, que podía percibir ya como de criatura humana -o no- espiando o escabulléndose detrás de mí. ¡Ah! Grité, ¡dó te escondes, malandrín! Haz públicas y manifiestas tus intenciones, revela el propósito de tu amagado hurgar.

¡Rauda fue la carrera que impulsó en la criatura mi vehemente apelación! Vila surgir de entre las sombras que aún rezagadas quedaban en el albor del día, y corrí tras de ella, galgo veloz, dándole el brío de cien corceles a mis piernas, pues no reparaba en obstáculos en su huida aquel ser diminuto -a mi primer ver un enano-, sino que parecía que volaba, hasta que podría decirse que iba, como anuncia la expresión, saltando bardales.

Logré darle alcance al fin, tras larga carrera, y no imagináis la sorpresa que imprimió su apariencia en mi ánimo. Era, como había temido, un enano, uno de esos enanos de cuento que brotan de la tierra barbados como dioses. Pero no era un enano bonachón, no; sino que traía consigo nocivas intenciones para la ciudad y la Feria de Alicante. Al parecer, y según lo que pude sonsacarle -no sin alguna amenaza de violencia, he de admitir, pero más con maña y artificio-, era un enviado de un enanil reino que se hacía en llamar el Reino de Puck, pues era Puck su rey.

Este tal Puck era criatura muy atenta, y había llegado a conocimiento suyo que en tierras más aireadas que las que gobernaba se iba a celebrar una peligrosa congregación que, a su parecer de Enanísima Majestad, amenazaba su reino, pues nunca se lee un libro sin que se agrieten los muros que impiden crecer a nuestro entendimiento. Y como él quería ocultar a toda costa cualquier atisbo de perspicacia o inteligencia entre sus gentes, por eso de que es más fácil controlar a un pueblo dormido que a uno bien despierto, había mandado a un enano espía para que lo mantuviera informado de los tejemanejes de “los ventilados”, como nos daban en llamar ellos, pues en sus dominios no corre una brizna de aire.

¡Qué sandeces son estas que dices, enano!, le impelí yo. ¿Es que acaso existes? ¿No puede ser esto otra ensoñación como la del Señor IVA cultural 21%? Mas no, no lo era, y ojalá hubiera sido esta noticia la de mayor envergadura. El enano afirmó, y son estas mismas las palabras que surgieron de su vil lengua, que su Enanísima Majestad, Puck el del Rubí, planeaba enviar un ejército de enanos con antorchas para dar al fuego con todos los libros, y que tal hecho acontecería con prontitud. También se atrevió a confesar el menguado espía que algunos de los seres que nosotros damos en llamar políticos o gobernantes, eran en realidad enviados de Puck, encargados de velar por la obstaculización de la cultura. Esto, si os soy sincero, no me sorprendió tanto, pues he sido testigo de cosas que bien podían ser de manufactura enanil, tal y como decía.

Vi entonces que su semblante mudaba de fiero y asustado a amable y cordial, pues, al parecer, son criaturas dóciles estos enanos, y conforme entablas conversación con ellos, concilian en su espíritu la amistad. Y así fue como dio en nacer nuestra feliz unión, al ver yo que era criatura inofensiva la que tenía agarrada del pescuezo, y al confesarme él que, a tenor de la verdad, le agradaban más los aires del exterior que las humedades del vientre de la tierra, y que pensaba quedarse aquí. Me pidió entonces que lo acogiera en mi seno y que me lo llevara conmigo, que tenía hambre, para que entre bocado y bocado me siguiera refiriendo los malvados planes de su antiguo rey; pues son estos enanos de buen comer. Y así, partimos.

Escribo esto ya caída la noche. Me acompaña mi enano, que duerme como un angelote. Lo he dado en llamar Mofletines, pues los tiene bien carnosos. He de partir raudo ahora a preparar la defensa de la ciudad y la Feria de Alicante, que según me ha dicho mi buen Mofletines, el ejército enano ya está casi listo para la acción. Os iré refiriendo los sucesos conforme acontezcan, de modo que esperad noticias de mí en los próximos días.

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