El Trotamundos. Cap.6

Día 6.

Traigo funestas noticias. Mi plan, del cual hasta ahora no os había referido los detalles, mas sí las intenciones, parece estar abocado al fracaso. El único auxilio que podría redundar en pro de la salvación la Fería del Libro de Alicante, es que todos los ciudadanos de la alicantina plaza convergieran en el cumplimiento de la estrategia que yo abandono, poniendo a resguardo mi persona. Es esta la esperanza que me inclina a escribir la presente nota antes de huir a las montañas. Si alguien la encontrara y desease atender las urgentes necesidades aquí relacionadas, preste atención a lo que sigue:

Recordará el lector que mi pobre Mofletines -ahora secuestrado por los malvados de su especie- tenía una fuerte inclinación a las piedras preciosas, y, por defecto, a todo lo brillante. El suceso que aconteció en la Avenida del Rey Sabio me hizo pensar que una eficaz estratagema para evitar la total destrucción que se avecina, sería incrustar varias decenas de esas piedras en cada libro, para así engendrar un engaño visual en los enanos y convertirlos en adoradores de las letras. Quién sabe, quizá de esa forma darían en cultivarse y el reino de Puck vería un pronto final. Ese era -y es- mi plan, y mi consejo es que se realice sin más dilación.

Aquel que se haya de encargar de este asunto lo dejo al arbitrio del primero que ose asumir la terrible responsabilidad que conlleva. Para entonces yo me habré escondido en las montañas, habiendo contribuido, muy en contra de mi voluntad, tan solo a la elaboración intelectual del plan, y no a su ejecución. ¡Qué puede hacer un hombre frente a un ejército de mofletones! Sabed que ya llegan, ¿no veis las luminarias en el cielo? ¡Ah, no deis en pensar que aquello que perfora las nubes son globos, pues son mofletes inflamados de ira!

He de marchar, compañeros, el tiempo corre y con cada segundo se oyen más cerca las terribles bocanadas de los enanos. Mas antes os referiré, por si el plan no funciona y os veis en la tesitura de atacar con fuerzas militares los túneles por donde ascienden los enanos al mundo, el nombre del lugar donde, a mi parecer, tienen salida. Se hacen en llamar esas tierras Irici, y sé, por confesión de Mofletines, que allí los enanos se habían infiltrado en las esferas del poder, y utilizaban la ciudad de base de operaciones. Desde allí mantenían una comunicación constante con el reino de Puck, e informaban a su rey de todo lo que acaecía en la superficie.

Ahora sí, compañeros, marcho, y me voy sin ni siquiera tiempo para la indignación. Por cierto, para todos aquellos que denuestan mi forma de escribir por recargada o calcificada, han de saber que cuando huí al Polo sólo llevé conmigo un entretenimiento: El Quijote. Con el me regocijé y di en perder el habla contemporánea, adquiriendo esta que veis, que imita un poco a la de su buen autor. Vale.

Deja un comentario