El Trotamundos. Cap. 11

Día 11.

Del resto de tareas, tanto aledañas como principales, mereciera la pena el esfuerzo de referirlas con mayor o menor detalle. Mas no voy a pararme aquí a precisar con palabras lo que ya resulta engorroso per se, y no necesita de justificación alguna para que todo el mundo sepa y tenga conciencia de su dificultad; sino que prefiero dar a conocer una de las pocas fiestas, pues no es mucho el tiempo que tienen los enanos para solazarse, habida cuenta de su gran carga de trabajo, que tuvo lugar en un día de asueto que les fue concedido por la Gran Enana; personaje este anteriormente mencionado como la enana de poco dormir y buen reír; y ahora erigido en extraña divinidad por los enanos.

Consistió la fiesta primero en un juego muy usual entre los seres de esta especie, en el cual inflan sus mofletes y se lanzan a la carrera los unos contra los otros, chocando brutalmente y saliendo disparados por los aires. Esto les divierte sobremanera, y nunca deja de haber dos o tres heridos por acometida; así de encarnizada es esta costumbre de la raza mofletinesca. Siguió a la batalla de los mofletes una sesión de contemplación de piedras preciosas colocadas en un mural. Los heridos se colocaron delante, donde había una mejor panorámica del espectáculo, y el resto formó filas detrás. Cuando un rayo de sol o alguna otra luz incidía sobre las piedras y originaba un reflejo extraordinario, los enanos estallaban en vítores y aleluyas, como si tal cosa hubiera sido una señal del Empíreo. Así pasaron parte de la mañana y la tarde, entre contemplaciones y colisiones mofletudas.

Una vez hubo caído la noche, las emociones amainaron, y llegó el momento de las historias alrededor de rubís gigantes como fogatas. Los enanos no cuentan historias al uso, es decir, del pasado, sino que todas sus historias hacen referencia al futuro, y la del exitoso final de la Feria obtuvo gran aplauso. Aquí os remito un pequeño fragmento:

“Tras arduos meses de esfuerzo y dedicación, nosotros, los enanos feriantes, liderados por la Gran Enana y en colaboración con el Trotamundos y otros enanos de gran envergadura intelectual, habremos alcanzado la feliz conclusión de la Feria del Libro de Alicante, para cuyo comienzo sólo quedan nueve días, ¡oh, nueve días!”

Estas y otras historias se contaron, pero no tengo ocasión para ponerlas todas por escrito. El tiempo apremia, y los últimos preparativos reclaman toda nuestra atención. Esperad noticias de mí en el próximo capítulo, el final de esta gloriosa serie.

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